El Baño de Diana y Acteón I
Calle de Granados y Plaza de Uncibay
La plaza de Uncibay ha contado, al menos desde el siglo XIX, con una fuente como elemento de ornato y servicio público. La primera de la que se tiene noticia era de piedra, a la que sustituyó en 1899 otra de hierro fundido donada por la Sociedad Propagandista y la Liga Protectora de Animales y Plantas, que luego fue trasladada a la zona de Lagunillas. Finalmente en 1989, a raíz de la remodelación urbanística que se acometió en el entorno de la plaza de Uncibay, el agua adquirió de nuevo un protagonismo muy destacado en la configuración de este céntrico espacio urbano.
El proyecto, realizado por José F. Oyarzábal y Luis Bono, organizaba la plaza en dos niveles con separación ondulante, presididos por un gran obelisco. Además, introducía el agua y la escultura a través de un juego simbólico de fuentes y estatuas basado en episodios de la mitología greco-romana, que plasmó en bronce el escultor José Seguiri mediante figuras impregnadas del esquematismo de la escultura griega arcaica.
En la esquina de la calle de Granados con la de Beatas se ubica una primera fuente formada por un vaso circular a ras de suelo que queda partido en dos por una especie de menhir de piedra gris. Hacia la calle de Beatas presenta cinco surtidores de bronce con forma de cabeza de perro, mientras que en la cara que mira a la calle de Granados sorprende al espectador el conjunto titulado «Baño de Diana», también de bronce. La pared se transforma en fondo rocoso por el que se desliza una cascada llena de movimiento, en la que juegan y saltan al agua alegremente un grupo de cinco ninfas que acompañan a la diosa en su baño, observadas desde la esquina superior derecha por el cazador Acteón con uno de sus perros.
En el vaso existe un rebosadero que recoge el agua y la conduce por una canaleta que recorre toda la calle de Granados hasta desembocar en otra fuente que hace eje con la primera, ya en la plaza de Uncibay. Se trata de otro vaso circular rehundido en el suelo con un potente surtidor vertical en su centro. Junto a la fuente hay otras figuras broncíneas que completan el sentido del grupo escultórico de Seguiri. En esta escena Acteón corre despavorido hacia la fuente huyendo de sus propios perros, que lo persiguen creyendo que es un ciervo a causa del castigo que la diosa Diana impuso al atrevido cazador que se atrevió a espiar a sus ninfas. En otro rincón de la plaza existe una tercera escena en la que un hombre levanta en volandas a una mujer, representando otro hecho mitológico: el Rapto de las Sabinas.